¿Por qué viajar al desierto de Túnez? ¿Qué tiene de interesante?

Para muchos de nuestros clientes, viajar al desierto de Túnez es el auténtico aliciente de su circuito. Y eso que el país tiene otros muchos atractivos que le pueden hacer competencia: ruinas cartaginesas, museos modernos, pueblos bereberes, grandes mezquitas…Si estás en la fase de diseñar tu programa y te preguntas qué tiene de interesante esta opción, te vendrá bien echar un vistazo a las siguientes líneas, donde analizamos los puntos fuertes de esta región sin igual. 

Desierto de Túnez: cercano y completo

Antes de entrar en detalle en la cuestión de por qué viajar al desierto de Túnez, conviene abordar dos razones de peso para desplazarse hasta aquí: es un desierto muy completo y, además, muy cercano.

Cuando decimos que el desierto de Túnez es muy completo nos referimos a que tiene los atractivos que busca todo viajero en este tipo de lugares. En primer lugar, las famosas dunas de arena, tan características del Sahara, del que el desierto de Túnez es sólo una pequeña parte. 

En segundo lugar, los oasis, que brindan un extraordinario contrapunto a la aridez predominante en el desierto. Un tercer elemento de interés son los pequeños pueblos, tradicionalmente ligadas al nomadismo y que conservan características pintorescas y unos modos de vida propios de otras épocas. Y por último, otros rincones naturales que no son oasis propiamente dichos pero que acaparan el asombro de quienes los visitan… como te contamos en el último punto de este artículo.

Y la otra razón genérica pero de peso para viajar al desierto de Túnez es su cercanía. Es decir, a pocos kilómetros de la ‘civilización moderna’, como por ejemplo la ciudad santa de Kairouan, encontramos los atractivos arriba mencionados. Y cuando decimos “pocos” queremos decir “menos de 300 km”, lo que supone un viaje de varias horas por carretera, por lo que el desierto tunecino se puede plantear incluso como una escapada de dos días… aunque nuestros circuitos pueden emplear más tiempo, por todo lo que hay que ver en él.

Esto es lo más interesante del desierto de Túnez

Como decíamos más arriba, los grandes atractivos de viajar al desierto de Túnez tienen que ver con sus dunas, con sus oasis, con los pueblos pintorescos y con una sorpresa natural: los chotts o lagos salinos. Los analizamos a continuación, uno a uno.

Dunas: mares de arena en dromedario

Si cierras los ojos y piensas en el desierto más puro, la imagen que te vendrá a la cabeza es la de un mar de dunas, con sus colinas de arena fina que cambian de forma todos los días y en las que se hunden los pies a cada paso. Y esa es precisamente la imagen que correspondería, por ejemplo, con los paisajes que salen a tu paso al sur de Douz, considerada tradicionalmente “la puerta del desierto”. Para moverse por ellas, nada mejor que el medio de transporte más tradicional: el dromedario, aunque también cabe la posibilidad de subirse a ‘lomos’ de vehículos a motor, como los quad. Sea cual sea la opción elegida, la sensación es como viajar por un lugar infinito, donde el estrés de la civilización moderna no ha llegado… ni se le espera.

Pero no todo son dunas de arena en el desierto de Túnez, ni mucho menos: algunos de sus rincones de mayor belleza se extienden por hamadas de piedra y entre rocas de formas caprichosas. El mejor ejemplo de ello es Oung el Jmel, a pocos kilómetros de Tozeur, un lugar tan fotogénico que fue elegido para el rodaje de Star Wars, pues encandiló al mismísimo George Lucas.

Oasis de vida y vegetación

Si la sensación en las dunas del desierto es la de extrema soledad y máxima quietud, todo ello se rompe al llegar a los oasis que surgen casi milagrosamente por el terreno. El oasis más grande de Túnez es el de Tozeur, un exuberante palmeral de unas 8.000 hectáreas según algunas estimaciones. Esta explosión de vegetación también propicia una irrupción de vida humana, surgida a la sombra de este singular bosque, donde se recolectan la gran mayoría de los dátiles de Túnez, destinados en buena medida a la exportación.

Pero lo sorprendente de Túnez es que no sólo hay oasis en la llanura del desierto, sino que también hay oasis de montaña: son áreas de destacada humedad ubicadas entre las montañas del oeste del país, en su límite con Argelia, lo que supone las estribaciones más meridionales del Atlas en el país. Tres son los nombres más famosos en este sentido: Midés, Chebika y Tamerza, este último famoso por las cascadas de agua que refrescan el ambiente y la vista, alcanzando cerca de 5 metros de caída cuando el cauce de agua es el más abundante.

Pueblos pintorescos a otro ritmo

Además de las ciudades de relativo vigor surgidas en los oasis, como la mencionada Tozeur, viajar al desierto de Túnez también te permitirá encontrar pueblos realmente pintorescos, donde el tiempo parece haberse detenido para siempre. Es el caso de Nefta, con una medina histórica, construcciones en ladrillo y adobe y unas vistas privilegiadas del Gran Oasis de la Corbeille.

Aún más singular es el pueblecito de Matmata, en un entorno rocoso que sus habitantes han aprovechado construyendo casas troglodíticas en su interior: se integran tan bien que a veces sólo son reconocibles por la decoración de cal y pintura que se dispone alrededor de la puerta de entrada. Contemplarlos desde fuera es una experiencia ya de por sí, pero resulta fascinante entrar en alguna de ellas y darse cuenta de la capacidad de climatización de la roca natural, que hace que el interior se mantenga una temperatura constante durante todo el año.

Una sorpresa natural: los chott

Por último, viajar al desierto de Túnez te permite conocer varios espacios naturales de lo más sorprendente: los chott o lagos salinos. Se trata de lagos endorreicos sin salida al mar que sí la tenían en el pasado pero que, con el cambio del clima posterior quedaron aislados tierra adentro. Eso, unido a los altos niveles de evaporación, provoca que permanezcan secos la mayor parte del año y sobre la superficie de tierra se depositen sus sales minerales.

Uno de ellos es el Chott el-Gharsa, pero sin duda el más importante (de todo el país y de todo el Sahara) es el Chott el-Jerid, donde el blanco de la sal se mezcla con el ocre de la tierra y donde pueden verse imágenes realmente oníricas, como barcas varadas en mitad del desierto. 

Además, en determinados puntos del chott es posible apreciar pequeños depósitos de agua, a modo de lagunas o charcas. Y eso hace que, si las condiciones meteorológicas son propicias, se produzcan verdaderos espejismos en el paisaje, una ilusión óptica difícil de igualar (por su perfección) en otras partes del mundo.

Como ves, viajar al desierto de Túnez está cargado de atractivos e interés. Por ello, si dispones de pocos días libres y quieres descubrirlo de manera rápida pero sin renunciar a lo importante, puedes elegir uno de nuestros circuitos que te lleven al interior del país. Ponte en contacto con nosotros si necesitas consejo o si quieres empezar ya a planificar tu ruta, que podemos personalizar a tu gusto.

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