Durante un circuito turístico, se visitan muchos lugares de interés. Y entre los más habituales están los templos y los palacios, por su carácter sagrado y solemne, respectivamente. Pero los amantes de la cultura también aprecian enormemente la visita a las bibliotecas antiguas, consideradas auténticos templos del saber y, en algunos casos, concebidas como verdaderos palacios por su arquitectura monumental, algo que empezó a tomar forma en el mundo antiguo. Por ello, en nuestros circuitos añadimos la visita a grandes bibliotecas antiguas, pues en los países de nuestro catálogo se encuentran algunas de las más importantes, si tomamos como referencia la lista del top-10 de National Geographic. A continuación te mostramos las cuatro en cuestión, sin contar la Imperial de Constantinopla y la de Antioquía, de las que apenas queda su recuerdo o hipótesis.
Biblioteca de Alejandría, en Egipto
En una lista con las grandes bibliotecas del mundo antiguo, el primer lugar lo debe ocupar sin discusión la Biblioteca de Alejandría, pues fue la pionera y referente en la materia. Construida en esta ciudad egipcia durante la dinastía ptolemaica (323-30 a.C.), impulsada por su fundador Ptolomeo I Sóter como parte de un complejo más amplio dedicado al saber (el Museion, protegido por las Musas), destacaba no sólo por la cantidad de volúmenes (más de 500.000, según algunas estimaciones), sino también por su calidad, pues aquí se conservaban auténticas obras de referencia a nivel científico y literario.
Sin embargo, en tiempos de dominación romana experimentó un lento declive y acabó siendo destruida, sin saber aún sus causas verdaderas: saqueos, asaltos (el más sonado, en tiempos de Julio César) o desastres naturales (terremoto y tsunami de 365 d.C). A finales del siglo XX se edificó la Nueva Biblioteca como gran centro cultural que continúe el legado de la original.
Biblioteca de Pérgamo, en Turquía
De la Biblioteca de Pérgamo se dice que fue la gran rival de la de Alejandría y se cree que pudo llegar a contener 200.000 volúmenes. Promovida por el rey Atalo I Sóter en el siglo II a.C, su éxito se debió también al impulso que dio a un nuevo soporte, el pergamino (de ahí su nombre), que acabó desbancando al preferido en Alejandría, el papiro. Sin embargo, su vida fue aún más corta y, al igual que la de Alejandría, tuvo un final traumático, en este caso saqueos relacionados con las luchas de poder entre Marco Antonio y Julio César en el siglo I a.C. Hoy, a modo de recuerdo, sólo quedan algunos restos arqueológicos en la Acrópolis.
Biblioteca de Celso, en Éfeso
Esta biblioteca no gozó de tanto prestigio como las anteriores, pero tiene una ventaja: se conserva su fachada, lo que nos permite entender la importancia que se le dio en su momento: fue creada por los romanos, entre el siglo I y el III d.C, promovida por Tiberio Julio Celso Polemeano, senador, cónsul y benefactor de Éfeso. Tanto cariño y consideración tuvo por ella, que la edificó en memoria de su hijo fallecido y la concibió también como un auténtico panteón, pues de hecho sus restos se conservan aquí, en un sarcófago.
Biblioteca de Santa Catalina, en el Sinaí (Egipto)
Por último, incluimos también una merecida mención a la Biblioteca de Santa Catalina, en el monasterio homónimo, en la Península del Sinaí. Aunque fue concebida ya en época bizantina (siglo VI), su interés radica no sólo en su antigüedad, sino también en que sigue plenamente vigente: custodia importantísimos manuscritos, sobre todo para la cultura cristiana, como por ejemplo la Biblia más antigua que se conserva, el Codex Sinaiticus. Entrar a ella es difícil, pues las visitas están restringidas a investigadores y otros usuarios especiales, pero es posible consultar sus fondos online y visitar otras dependencias del monasterio, como su museo.